Consecuencia de la moda o verdadera revolución alimenticia, la quinua conoce un éxito comercial planetario desde hace unos quince años. Este “seudocereal” muy conocido por sus cualidades nutritivas excepcionales, se convirtió indudablemente en un producto faro del comercio justo y la alimentación bio. No obstante, sigue siendo emblemático del Altiplano boliviano, peruano y ecuatoriano, del cual es originario. Semilla consagrada de los Incas, se cultiva desde milenios sobre el Altiplano andino. Su diversidad genética y su rusticidad lo convierten en un cultivo especialmente bien adaptado a las condiciones extremas y a los riesgos climáticos que reinan en altitudes elevadas.
Explorando los vínculos entre diversidad y adaptación, los investigadores del IRD y sus contrapartes bolivianos de la Universidad Mayor de San Andrés en La Paz, acaban de descubrir cómo la quinua adquiere, en parte, su asombrosa resistencia, en especial a la helada: las diferencias de tamaño de las plantas en un mismo campo. Víctimas de las heridas provocadas por la helada, los troncos grandes protegen a los más pequeños, limitando así los daños garantizando un mínimo de rendimiento a los agricultores andinos.
Rica en proteínas, minerales esenciales, lípidos, antioxidantes y vitaminas, equilibrada en aminoácidos y sin gluten… las notables cualidades alimenticias de la quinua lograron que alcanzara su éxito en los sectores de alimentación dietética y bio-justa de los países del Norte. Pero esta semilla, o “seudocereal” como se la califica por su método de consumo en forma de harina, copos o semillas sopladas, es un cultivo sobre todo tradicional del Altiplano andino. Domesticada en los confines del Perú y de Bolivia hace alrededor de 7.000 años, forma parte de la alimentación básica de los habitantes del Altiplano. Adaptada a los medios áridos y a los suelos pobres, o incluso salinos, es también muy resistente al frío, a la helada y al viento . ¿De dónde vienen estas facultades excepcionales? Después de haber estudiado sus reacciones a la helada en laboratorio, los investigadores del IRD y sus contrapartes acaban de encontrar, in situ, otro secreto de su resistencia a la helada nocturna, un factor que limita bastante la agricultura en el Altiplano.
La ley del más débil
Es la gran heterogeneidad de las plantas en un mismo campo que limita los daños de la helada sobre la quinua: las plantas más altas, las más expuestas a la helada, protegen a las más pequeñas. Los investigadores comprobaron que este efecto protector depende de la altura de los troncos, de la superficie de las hojas y del estado nublado del cielo, la temperatura y la humedad del aire desempeñando un papel menor. La diferencia de tamaño entre las plantas resulta a la vez de la diversidad genética mantenida por los métodos campesinos de selección, y de la heterogeneidad del propio terreno, que las prácticas de trabajo del suelo, aunque parcialmente mecanizadas hoy, no logran uniformizar completamente.
La helada causa daños visibles debidos a la congelación de las partes aéreas de la planta. Implica también una reducción de la asimilación del carbono debida a la foto inhibición durante los días siguientes. En el campo, el balance de energía foliar pone de manifiesto que las plantas más grandes, al ocultar una parte del cielo nocturno, limitan las pérdidas de calor de las plantas más pequeñas. Éstos se benefician entonces de un incremento térmico que llega hasta 2 °C, lo que aumenta significativamente su oportunidad de sobrevivir a un episodio de helada. Sin embargo se sacrifican las espigas más prometedoras. Resta saber, qué parte de la producción final representan las plantas pequeñas salvadas. Lo que aclarará su papel en la estrategia de supervivencia de la especie, y la estabilización de los rendimientos campesinos frente a los riesgos del clima.
La helada, factor de diversidad
La helada nocturna es la fuente de mayor tensión para las plantas cultivadas en los Andes. Es muy frecuente en gran altitud en el transcurso de la temporada fría y seca del invierno meridional, de mayo a octubre, y también durante el período de cultivo, de octubre a abril, más moderado y más húmedo correspondiente al verano meridional. Para contrarrestar este riesgo climático, los agricultores del Altiplano andino desarrollaron al correr de los siglos, técnicas agrícolas originales así como decenas de variedades locales, de una gran diversidad genética. De ahí la gran heterogeneidad del crecimiento y desarrollo de las plantas, en un mismo campo.
La quinua, una planta muy diversificada
Esta especie de la familia de los Quenopodiáceos, a la cual pertenecen también las espinacas o las remolachas, muestra una gran diversidad genética y como consecuencia morfológica de una variedad a la otra, pero también de una misma variedad. Verde, anaranjada, rosada, roja o púrpura, abigarrada o no… los colores del tronco, hojas, espigas y granos varían considerablemente. Las plantas miden de 50 cm a 1,50 m de cumbre en función de la variedad, y también de las condiciones de crecimiento. Los granos, principal parte comestible de la planta, pueden ser de tres formas diferentes: cónica, cilíndrica o elipsoidal. La planta resiste hasta tres meses de sequía al inicio del ciclo. Para eso, ella detiene su crecimiento, su tronco se vuelve fibroso y sus raíces se consolidan. Tan pronto la alimentación de agua vuelve a ser normal, recupera rápida y completamente su actividad fisiológica. Este seudocereal sobrevive también a heladas que van hasta -4°C, o incluso -6 °C en su fase juvenil. El escaso contenido en agua de las hojas contribuye a retrasar su congelación.
En Bolivia, 50.000 pequeños productores del Altiplano viven del cultivo de la quinua. La producción nacional asciende al año a 23.000 toneladas (cifras 2008), 20% de las cuales son destinados a la exportación. Pero la semilla de oro podría convertirse en víctima de su éxito. Pérdida de fertilidad de los suelos, erosión de la diversidad genética, etc.: la intensificación de la producción implica riesgos y trastorna las prácticas ancestrales. Continuando los trabajos iniciados por el IRD y sus contrapartes, el Ministerio Boliviano de Desarrollo Rural acaba de iniciar un programa nacional de investigación sobre la durabilidad de la producción de la quinua. Estos trabajos muestran la importancia de mantener una amplia diversidad de plantas y variedades para una producción duradera del cultivo de la quinua.
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